¿Qué es lo que necesita el ser humano para saciar su ambición incomparable? Dirían miles de filósofos arcaicos. Si ellos hubieran conocido la tecnología de nuestra era tal vez su respuesta sería “El ser humano sólo estará satisfecho siendo el mejor”. Y en este argumento se ha basado – de forma errónea – mucho del contenido motivacional y de crecimiento personal que ronda por el Internet.
“La ley de las 10,000 horas” es el nombre asignado por el periodista Malcolm Gladwell a una serie de estudios que buscan encontrar la milenaria clave del éxito.
Concretamente, los estudios asignan un tiempo ideal (10,000 horas), que debes invertir en una actividad, y en las respectivas prácticas. Una vez el lapso se haya cumplido, – según lo previsto en la teoría de Gladwell – serás una persona virtuosa y altamente exitosa en aquella actividad a la que le habrías invertido tanto tiempo de tu vida.
En una situación cotidiana, la ley de las 10,000 horas quedaría representada de la siguiente forma:
Me gustaría aprender a tocar el piano, pero no tengo ningún conocimiento musical previo ¿De qué forma puedo convertirme en un experto? Según lo mencionado por Malcolm Gladwell, tendré que pasar 10,000 horas, o 1 año con 55 días sin descanso (en caso de que hagamos un plan de estudio, donde dedique 8 horas diarias, 5 días a la semana al estudio musical, estaré practicando durante aproximadamente 5 años hasta poder convertirme en un genio del piano), para cumplir mi objetivo.
Verdades y mentiras de la afirmación
Si bien “La práctica hace al maestro”, practicar hasta el hartazgo, por capricho o de prisa, solo llevarán a una frustración inmediata y por consiguiente, a una lentitud en el proceso de aprendizaje. Preestablecer un tiempo límite para el desarrollo de una nueva habilidad podría crear en quien confíe en este plan, una falsa esperanza, que de no cumplirse, desataría la decepción total de uno mismo.
Ciertamente el estudio y práctica no hacen que desarrollemos nuevas habilidades y nos hacen mejores personas, pero lamentablemente no harán que nos convirtamos en genios. Practicar 10,000 horas en un piano no hará que seas el nuevo Mozart (A menos que tengas las habilidades innatas necesarias, la pasión incontenible por la música y la consiguiente dedicación). Asimismo, no podemos definir un tiempo exacto con el cual podamos decir que desarrollamos una habilidad; supongamos que hay un salón de clase donde se enseña inglés: algunos notarían un avance en el idioma rápidamente, otros posiblemente necesitarían de un poco más de tiempo, mientras que habría gente que necesitaría ayuda especial de un maestro.
Por tanto, es vital conocer nuestras habilidades innatas, o “Puntos fuertes” y comprender que la práctica es algo necesario e imprescindible para nuestro desarrollo personal, pero no es lo único. La pasión, la dedicación, la disciplina y el compromiso con uno mismo son factores igual de importantes que la práctica. El conjunto de todos estos factores son los que verdaderamente hacen un cambio.