Desde el más temprano despertar de la identidad en el niño, hasta las pérdidas
acumuladas y desilusiones que muchos hombres experimentan en la lucha
por alcanzar el modelo del rol sociocultural masculino, de lograr los objetivos y tener alguna forma de éxito, el desafío es permanente como así también la exposición a las pérdidas y al dolor que lo acompañan.
El hombre habitualmente tiene el rol de proveedor de bienestar de su familia, y esto a su vez lo aleja del hogar y de quienes más quiere. La elección de una ocupación es un marcador importante de éxito en nuestra cultura occidental. Todo hombre tiene un sueño, un sentido de sí mismo en el mundo.
No siempre puede hacer realidad sus sueños o lograr sus objetivos, y quizá las aspiraciones deban revisarse en otras etapas de la vida, o deba renunciar a ellas en más de una ocasión. Suelen compararse los objetivos logrados con los sueños juveniles, y a
menudo el resultado es el vacío, la nostalgia o la insatisfacción en la vida, que deja al hombre con una pregunta: ¿Qué pasó?
La confrontación del sueño con los logros incluye el reconocimiento de los
límites de la creatividad, la aceptación de que el logro de otras personas supera el
propio. Además, la perspectiva del tiempo va cambiando, especialmente a partir
de la mediana edad, y comienza a experimentarse una mayor conciencia del tiempo que queda por delante en la vida, y las implicancias de la finitud (Cochran &
Rabinowitz, 1996).
La cultura y la pérdida
En nuestra cultura, a los varones se les enseña a adoptar códigos acerca del
género masculino que los protegen de ser percibidos como afeminados. O’Neil
(1981) identificó seis aspectos del rol del género masculino:
1.- Restricciones en la expresión emocional.
2.- Dificultades para cuidarse a sí mismos.
3.- Obsesión con los logros y el desempeño. Conflictos entre el trabajo y la
familia.
4.- Temas relacionados con el control, el poder y la competencia.
5.- Restricciones en los comportamientos afectivos (especialmente entre
hombres) y sexuales.
6.- Homofobia.
La acumulación de estos factores puede provocar potencialmente malestar
psicológico. Junto con el análisis cultural, se desprenden valores que caracterizan
la ideología y la organización cognitiva masculina, es decir una serie de creencias, como el alcance de triunfos en la vida, el de ser importante y responsable, el valor de ser fuerte, auto-suficiente y confiable, el coraje para enfrentar diversos peligros, mostrar agresividad, poder, control y dominio en los comportamientos y actitudes, y el sistema de valores que les prohibe a los hombres mostrar sus afectos espontáneamente por el temor, entre otras cosas quizá, a parecer femeninos.
El DSM IV (American Psychiatric Asociation, 1994) provee ejemplos de cómo se evalúan los rasgos narcisistas de la personalidad, que confirman las normas de comportamiento masculino construidas cultural y socialmente. Algunos ejemplos incluyen una tendencia a exagerar la necesidad de desempeñarse en forma brillante, la creencia de ser únicos; un sentido de expectativas irracionales, que se manifiesta especialmente en la relación con otros; falta de empatía y actitudes de arrogancia.
Estos rasgos son compatibles con los patrones culturales de los que se habla y pueden ser adaptativos o incapacitantes. En un estudio de una muestra de pacientes externos deprimidos, realizado por Golomb, Fava, Abraham y Rosembaum (1995), se encontró mayor frecuencia de trastornos narcisistas de la personalidad en hombres que en mujeres. De manera evidente, este hallazgo no significa que todos los hombres tengan un trastorno narcisista de la personalidad, sino que dicha entidad está construida en base a comportamientos avalados por la cultura con respecto a los hombres.
Es decir que si a las vulnerabilidades, pérdidas y angustias a las que toda persona está expuesta en su desarrollo, se le agregan presiones culturales que obligan a los hombres a responder a un prototipo cultural armado, fuerte, que puede resolver todo tipo de problemas, ¿qué se hace con el dolor y la vulnerabilidad? Estas contradicciones provocarán en algún momento de la vida, particularmente en aquéllos más vulnerables, amenazas a su integridad psicológica y a la supervivencia del Self.
Para leer el artículo completo
Franchi, Silvia (2001). La depresion en el hombre. Interdisciplinaria, 18(2),135-154.[fecha de Consulta 30 de Marzo de 2020]. ISSN: 0325-8203.