EL PROBLEMA DE LA CRONICIDAD DE LA DEPRESIÓN
La preocupación por el tema de la depresión crónica se ve reflejado en los sistemas de clasificación. Así, hasta la tercera edición del DSM no se introduce un concepto para definir este cuadro mediante la categoría de trastorno distímico. Luego en el DSM-III-R, se distinguió entre la condición depresiva crónica media y de inicio insidioso y aquellas otras formas con un síndrome completo y de inicio agudo.
Mientras la primera se clasificaba dentro de la distimia, la segunda se agrupaba como un subtipo crónico de la depresión mayor. El trastorno distímico se considera como una condición clínica media y crónica. Akiskal y cols. Encontraron que las personas con distimia mostraban un curso fluctuante y a menudo experimentaban exacerbaciones de los síntomas que cumplían los criterios para un episodio depresivo mayor.
Keller y Shapiro (38) describieron un fenómeno similar y propusieron el término “doble depresión” para referirse a aquellos casos en los que los episodios crónicos de depresión mayor estaban sobreimpuestos a una distimia preexistente. Investigaciones posteriores han indicado que la diferencia entre ambos cuadros (distimia y doble depresión) estriba en que en el último se presenta mayor comorbilidad con trastornos del eje I y el
eje II, además de estar más relacionado con historia familiar de trastornos del ánimo y de la personalidad.
Respecto a la “doble depresión” se le considera como una sola entidad en la que, tras una condición distímica se presentan episodios depresivos. Sin embargo, la actual clasificación de los trastornos del estado de ánimo no incluye esta categoría y en esos casos los pacientes son diagnosticados con los dos trastornos (depresión mayor y distimia). Esto implica que se consideren como entidades clínicas distintas aunque comórbidas, cuando
puede ser más probable que en el caso de los pacientes con doble depresión, se trate de dos fases diferentes de una única condición más que aumento o decremento de síntomas en respuesta a eventos vitales estresantes entre los que aparecen, por ej., enfermedades como el SIDA.
En la mayoría de los estudios se concluye que aunque casi todos los individuos deprimidos reportan la ocurrencia de un evento estresante antes del inicio del episodio, muchos otros que experimentan el mismo evento, o uno de similares características, no se deprimen.
Este asunto lleva al planteamiento de la estimación de la influencia de la personalidad en el desarrollo de los trastornos del estado de ánimo, que como ya se ha señalado se ve reforzada por datos como los aportados por Akiskal en relación con la alta comorbilidad con trastornos del eje II, pero también indica cómo la disposición de los individuos para deprimirse no está determinada de manera idéntica en todos los seres humanos.
Esta teoría de la vulnerabilidad puede ser vista a partir de un constructo continuo tal como el medido por el rasgo de neuroticismo, de tal forma que más que hablar de portadores o no portadores, sería más razonable pensar en un espectro de riesgo donde la personalidad juega un papel relevante.
Fuente
Agudelo, Diana y Donald Spielberger, Charles y Buela Casal, Gualberto (2007). La depresión: ¿un trastorno dimensional o categorial ?. Salud Mental, 30 (3), 20-28. [Fecha de consulta 6 de mayo de 2020]. ISSN: 0185-3325. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=582/58230303