Para intentar el abordaje de esta pregunta en busca de una respuesta, habría que plantear que si las diferencias disposicionales influyen en la manera en que los individuos experimentan estados afectivos negativos, quizás haya aspectos de la personalidad que influyen en cómo estos estados son experimentados. Así, el ánimo depresivo puede ser visto como un fenómeno
multidimensional en el que una dimensión cuantitativa describiría la gravedad del humor depresivo y otros vectores describirían la relativa importancia de patrones específicos de síntomas que podrían denominarse dimensiones cualitativas. Por tanto, procede preguntarse no sólo sobre la comorbilidad con los trastornos de personalidad descritos en el DSM-IV-TR, sino, más puntualmente, sobre la existencia de un trastorno depresivo de la personalidad que pueda explicar la respuesta diferencial de las personas en cuanto al curso y recuperación ante los distintos tipos de trastorno del
ánimo.
La identificación de las bases del trastorno depresivo de la personalidad puede remontarse desde Kraepelin quien partía de la consideración de distintos tipos de temperamento, entre ellos el depresivo, el cual podría ser el precursor de los trastornos del estado de ánimo. El temperamento depresivo incluía rasgos de rechazo, desánimo, tristeza, sentimientos de inadecuación y baja autoestima, excesiva autocrítica, juicios negativos acerca de sí mismo y de los otros, pesimismo, sentimientos de culpa y excesiva preocupación. Estas
características son muy similares a las que el DSM-IV describe en el apartado de trastorno depresivo de la personalidad incluido en el apéndice de entidades clínicas en estudio actual.
Al hacer una descripción histórica de la manera en que se ha abordado el tema de la personalidad depresiva, hay que recurrir a la exhaustiva revisión de Huprich que indica cómo las perspectivas psicodinámicas, cognitivas, conductuales e incluso el modelo de enfermedad han descrito este tipo de personalidad y confluyen en un constructo causal similar y en un posible mecanismo común a través del cual dicho constructo se desarrolla en los individuos para dar origen a este tipo de personalidad. Este mecanismo consiste en una pérdida significativa a temprana edad, que puede recogerse bajo el concepto de “pérdida de objeto”, aunque este concepto está acuñado con base en las teorías psicodinámicas, surgidas a partir del planteamiento de Freud en “Duelo y Melancolía” acerca
de la noción de pérdida afectiva.
En opinión de Huprich hay tres aspectos relevantes que marcarían este estilo de personalidad. Primero, la tendencia negativa, pesimista y excesivamente parca en la orientación de las personas hacia las relaciones con otros y con el mundo. Segundo, un estilo de interacción basado en la pérdida o en la frustración por la pérdida, en el que la ira es dirigida hacia el propio sujeto. Tercero, este patrón reprimido de frustración y decepción es activado a través de muchas situaciones, especialmente aquellas que representan pérdida o frustración.
Cabe considerar que se cuestiona la validez del concepto “pérdida” cuando en muchos casos no es posible identificar sucesos en la vida de la persona que puedan considerarse como pérdidas y que puedan explicar la personalidad depresiva.
Las teorías cognitivas han enfatizado el papel de los esquemas disfuncionales tempranos como la causa de la personalidad depresiva, de tal forma que la interpretación de los acontecimientos diarios pasa por proce-sos de pensamiento que están al servicio de los esquemas tempranos que generan respuestas negativas hacia sí mismo, el mundo y el futuro. Estos esquemas se desarrollan en la infancia y son activados ante situaciones ambientales detonantes.
Fuente
Agudelo, Diana y Donald Spielberger, Charles y Buela Casal, Gualberto (2007). La depresión: ¿un trastorno dimensional o categorial ?. Salud Mental, 30 (3), 20-28. [Fecha de consulta 6 de mayo de 2020]. ISSN: 0185-3325. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=582/58230303