Los trastornos de la atención constituyen el desorden conductual que se presenta de manera más frecuente en la infancia. Su prevalencia
en la población infantil varía entre 2 y 13 por ciento.1 Los síntomas principales incluyen dificultades para mantener la atención o completar tareas, distractibilidad, impulsividad y excesiva actividad motora.
Los trastornos de la atención frecuentemente se acompañan por bajo rendimiento académico y dificultades en el ajuste social y, aunque anteriormente se pensaba que estas alteraciones se presentaban solamente durante la infancia, estudios recientes han mostrado que en algunas
personas los síntomas persisten a lo largo de la vida, con consecuencias en el ámbito emocional, ocupacional y social.
Diagnóstico
A lo largo de la historia ha existido un amplio debate acerca de los criterios que se utilizan para diagnosticar los trastornos de la atención.
Estas diferencias pudieran originarse por la ausencia de una definición precisa, y aceptada de manera general, sobre los trastornos de la atención, por la presencia de diferentes subtipos de la enfermedad o por la ocurrencia de otras enfermedades asociadas.
No existen marcadores biológicos que sean invariables entre los pacientes con trastornos de la atención, por ello, para su diagnóstico se emplean fundamentalmente criterios clínicos. Dos de las escalas que se aplican con mayor frecuencia son: el Manual Diagnóstico y Estadístico de las Enfermedades Mentales (DSM–IV) y
el CIE–10.
Los criterios estipulados en el DSM–IV para el diagnóstico de trastornos de atención con hiperactividad incluyen cinco apartados: La presencia de al menos seis síntomas de inatención o hiperactividad–impulsividad; que estos síntomas se hayan presentado antes de los siete años de edad; que los síntomas se presenten por lo menos en dos ambientes diferentes (la escuela, el trabajo o el hogar); que los síntomas interfieran con el desarrollo académico, profesional o social, y que los síntomas no deben estar asociados a otras alteraciones psiquiátricas o de personalidad.
Dependiendo del número de síntomas que se presenten en cada apartado (inatención o hiperactividad-impulsividad), los trastornos de la atención pueden clasificarse en tres categorías: trastorno de atención con predominio inatento, trastorno de atención con predominio de hiperactividad–impulsividad y el tipo combinado, en el cual se presentan síntomas de ambas categorías.
Algunos autores han cuestionado el uso de estas escalas para evaluar los trastornos de la atención, ya que algunos de los síntomas que se incluyen en esta categoría diagnóstica se presentan también en otras alteraciones, por ejemplo, las dificultades en la concentración se presentan tanto en pacientes con trastornos de la atención como en pacientes con depresión.
Sin embargo, el DSM-IV basa el diagnóstico en la conjunción de un grupo de síntomas, no solamente en la presencia dlas dificultades en la concentración se presentan tanto en pacientes con trastornos de la atención como en pacientes con depresión.
Sin embargo, el DSM-IV basa el diagnóstico en la conjunción de un grupo de síntomas, no solamente en la presencia dlas dificultades en la concentración se presentan tanto en pacientes con trastornos de la atención como en pacientes con depresión.
Sin embargo, el DSM-IV basa el diagnóstico en la conjunción de un grupo de síntomas, no solamente en la presencia dlas dificultades en la concentración se presentan tanto en pacientes con trastornos de la atención como en pacientes con depresión.4
Sin embargo, el DSM-IV basa el diagnóstico en la conjunción de un grupo de síntomas, no solamente en la presencia de una de ellos.
Fuente
MENESES, SERGIO (2004). Trastornos de la atención. Sinéctica, Revista Electrónica de Educación, (25), 67-74. [Fecha de Consulta 2 de Mayo de 2020]. ISSN: 1665-109X. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=998/99815899009