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¿Custodia compartida o en solitario tras la separación o el divorcio?

En gran parte de las separaciones y divorcios, los padres toman sus propias
decisiones respecto a la custodia de los hijos sin tener que recurrir al sistema legal vigente en su comunidad o país. Por lo general, estos acuerdos comunes incluyen que la madre se haga cargo de la custodia física de los hijos, sin que se impida la continuidad de los contactos con el padre o de que éste siga involucrado de alguna forma en la educación de los hijos. No obstante, con miras a salvaguardar el desarrollo infantil, hay una serie de legislaciones que tratando de regular el divorcio o de la separación de una pareja contemplan la equidad entre madres y padres como posibles custodios de los hijos, lo que se conoce como custodia legal compartida (23). Pero, aun en los casos en los que uno de los padres obtenga la exclusividad de la custodia, el acceso del niño al padre no custodio es fomentado y protegido por dichas leyes, al dotar a éste de la libertad para ejercer su derecho de visitas, incluso en los casos de separaciones o divorcios conflictivos o cuando la custodia del hijo es objeto de disputa legal entre ambos progenitores.

Los primeros estudios realizados sobre la custodia compartida, indicaban que los niños afrontan mejor la situación de la separación o el divorcio cuando la madre ostenta la custodia, siempre que puedan ver frecuentemente al padre (12, 24). Los trabajos de Hetherington, Cox y Cox (25, 26) también informan de los beneficios del contacto continuado con el padre cuando la madre es la responsable de la custodia, siempre que la intensidad del conflicto entre la pareja no sea demasiado elevada y
que ambos sean personas emocionalmente estables.

No obstante, las fallas metodológicas de estos estudios pioneros, especialmente por el sesgo de las muestras seleccionadas, propiciaron nuevas investigaciones con muestras de niños que vivían con sus madres, confirmándose algunos efectos positivos cuando existía contacto con el padre no custodio, aunque sin evidenciar cuáles eran los beneficios que
derivaban del contacto elevado con el progenitor ausente del hogar (27, 28, 29).

En esta línea de investigación, otros estudios hallaron que los beneficios en los hijos con contactos habituales con el padre no custodio surgían a determinadas edades y en períodos concretos de tiempo después de la separación o el divorcio, pero no de forma generalizada, pues cuando el contacto era frecuente, los chicos mostraban niveles bajos en su autoestima (30). Es más, cuando los niños vivían con su madre y un sustituto del padre, el contacto elevado con el padre biológico no establecía relación con la incidencia de problemas de conducta en el hijo.

En cambio, cuando vivían con el padre y una sustituta de la madre, esos problemas eran menos frecuentes cuando tenían a menudo contacto con la madre biológica.

Por otro lado, la resolución legal de compartir la paternidad puede presentar,
desde el punto de vista psicológico, diferencias en cuanto a la manera de desempeñarla. El estudio longitudinal de Maccoby, Buchanan, Mnookin y Dornbusch (31) detectó tres patrones psicológicos de custodia compartida después del divorcio: de cooperación, de hostilidad entre la pareja y de aislamiento entre sí de la pareja.

Los padres que adoptan el estilo cooperativo, se caracterizan por hablar frecuentemente entre ellos acerca de los asuntos que conciernen a los hijos, procurando no interferirse mutuamente y acordando entre ambos las funciones a desempeñar dentro de cada hogar respecto a los mismos. El patrón de hostilidad se caracteriza en cambio por un contacto mantenido con el otro miembro de la pareja, pero con marcada animosidad o enfrentamiento mutuo. En estos casos, es frecuente que, indistintamente, argumenten que el otro siempre boicotea las visitas a los hijos. Lógicamente, cuando los padres adoptan este tipo de comportamiento, suelen haber bastantes problemas cada vez que los niños disfrutan del contacto presencial con uno u otro progenitor, ya que esa situación engendra la irritación de uno de los padres y el consiguiente sentimiento de decepción del niño. Por último, en cuanto a la pauta de aislamiento entre los padres, que es el prototipo de actuación parental más frecuente entre padres separados o divorciados que tienen hijos mayores, habitualmente los progenitores se comunican entre sí utilizando al hijo como portador de mensajes que suelen conllevar un contenido más o menos hostil hacia al otro, con lo que evitan la necesidad de tener que confrontarse entre ellos. Sin embargo, con el paso del tiempo, es habitual que el aislamiento entre los padres se vaya haciendo más frecuente y los patrones conflictivos vayan disminuyendo paulatinamente.

En principio, y a pesar de que el niño reparte su vida entre dos hogares diferentes, el estilo cooperativo resulta ser el de menor motivo de conflictos. Las dificultades que pueden derivar de la cooperación de los padres en la custodia del hijo, obedecen a la incidencia de variables como la edad (cuanto más jóvenes son los progenitores, más posibilidades de conflictos), el tamaño de la «familia» (cuanto más amplia, más dificultades), que la custodia haya sido o no determinada legalmente, que se den diferencias en la percepción de los padres de cómo se involucró el otro en la crianza del hijo antes de la separación o el divorcio y de la presencia de criterios distintos en la consideración del bienestar del niño en el hogar de uno u
otro progenitor.

A pesar de que desde la década de los setenta del pasado siglo la custodia
compartida ha sido considerada, sobre todo en los países anglosajones, como la mejor opción en la separación y el divorcio, porque se supone que salvaguarda mejor el bienestar de los hijos habidos en esas parejas (32, 33), todavía sigue abierto el debate entre partidarios y oponentes a la misma (34, 35, 36). Los argumentos a favor de la custodia compartida se han centrado en los beneficios para el niño de mantener las relaciones con ambos padres. Por el contrario, el principio de la igualdad legal de los progenitores para ejercer sus funciones en el cuidado y educación de los hijos, ha sido objeto de crítica por parte de algunos autores, al alertar sobre el posible riesgo
de conflictos de lealtad en los niños que mantienen lazos afectivos estrechos con ambos progenitores, alterando la necesidad de estabilidad en la vida del niño y perjudicándolos por la exposición continuada de éste al conflicto entre los padres, al intensificarse la tensión entre la pareja en virtud del contacto que sus visitas pueden acarrear.

Fuente
Vallejo Orellana, Reyes, y Sánchez-Barranco Vallejo, Fernando, y Sánchez-Barranco Vallejo, Pablo (2004). Separación o divorcio: Trastornos psicológicos en los padres y los hijos. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, (92), 91-110. [Fecha de Consulta 2 de Mayo de 2020]. ISSN: 0211-5735. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=2650/265019658006