Saltar al contenido

Así influye la familia en nuestro desarrollo

Desde la perspectiva psicológica se considera la «familia» (término que no implica en nuestro trabajo ninguna connotación conservadora o tradicional, haciendo referencia a un grupo estable de convivencia constituido por una figura parental masculina y otra femenina, unidos por intereses afectivos, etc.) como el contexto social más privilegiado de influencia y de eventual optimización del desarrollo biopsicosocial humano. La posición aventajada de este tipo de agrupación humana cobra una importancia definitiva a lo largo de los tres primeros años de vida de los niños que se desarrollan en ella, ya que a partir de esta edad otros entornos sociales (guardería, escuela, compañeros, etc.) van a añadir nuevos influjos a los aportados por tal constelación en el proceso evolutivo ya iniciado.

Debe subrayarse que la función de la «familia» va más allá de garantizar la
supervivencia y el crecimiento físico del hijo, dado que es también la promotora principal de su desarrollo social y afectivo, gracias a lo que el sujeto puede transformarse, desde el inicial individuo biológico que es al nacer, en una individualidad biopsicosocial o persona.

En ello resulta esencial el establecimiento de relaciones de vinculación afectiva o de apego del niño con sus progenitores o figuras que se encarguen de su cuidado.

Ya al final del primer año de vida, el bebé está ligado afectivamente con ciertas figuras significativas de su entorno cercano, aunque será desde entonces cuando tales relaciones se van a enriquecer y a afianzar a partir de un proceso interactivo con las personas que le son importantes, precisamente las llamadas figuras de apego.

Una vez establecido el lazo afectivo con ellas, el niño muestra su vinculación afectiva a través de conductas que buscan la proximidad física y el mantenimiento del contacto con las personas con las que se siente emocionalmente ligado, quienes ejercerán una poderosa influencia sobre su desarrollo psicológico y social. Pues bien, de acuerdo con Sroufe (1), una historia de interacción fundamentada en el cuidado e interés por el otro es el factor más importante para establecer un apego seguro, mediante el cual el bebé utiliza a sus figuras significativas como base para el bienestar emocional y la exploración del entorno, siendo además una herramienta clave para que vaya descubriendo y ampliando su conocimiento del mundo.

Los estudios realizados sobre la vinculación afectiva en los primeros meses de la infancia, evidencian que los bebés desarrollan este nexo con ambas figuras parentales y que las funciones de las mismas son similares. En lo que se refiere a la relación con la figura paterna, ya a los tres meses de vida se puede predecir la seguridad del vínculo entre ella y el bebé (2). Hay que insistir al respecto, en contra de lo que tradicionalmente se ha considerado, que los estudios referidos a este aspecto evidencian que la figura parental masculina puede ser igual de sensible y tener la misma capacidad de respuesta ante las necesidades y demandas del hijo que la figura materna.

En particular, los padres varones que están muy cerca de sus bebés ejercen sobre ellos una influencia positiva muy significativa en el ámbito cognitivo (3, 4, 5).

Ha de resaltarse que la calidad de las relaciones afectivas que se forman en la infancia determina la capacidad para establecer relaciones íntimas durante toda la vida adulta, de modo que la relación entre el niño y sus padres es para siempre, siendo un vínculo que los une en el espacio y perdura en el tiempo. Por ello, los niños que en la infancia tienen una base de seguridad y pueden contar con las figuras parentales, desarrollan y afianzan el suficiente sentimiento de confianza en sí mismos como para relacionarse con el mundo de manera sana y provechosa: cuanto más seguro sea el vínculo afectivo de un niño con los adultos que lo cuidan y educan, más
garantía hay de que se convierta en un adulto psicológicamente adaptado e independiente y de que establezca buenas relaciones con los demás (6).

Fuente


Vallejo Orellana, Reyes, y Sánchez-Barranco Vallejo, Fernando, y Sánchez-Barranco Vallejo, Pablo (2004). Separación o divorcio: Trastornos psicológicos en los padres y los hijos. Revista de la Asociación Española de Neuropsiquiatría, (92), 91-110. [Fecha de Consulta 2 de Mayo de 2020]. ISSN: 0211-5735. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=2650/265019658006