Las personas con un trastorno psiquiátrico tienen una probabilidad casi dos veces mayor de fumar tabaco y suelen fumar mucho más que la población general (Lasser et al., 2000). La más conocida y mejor documentada de las patologías asociadas con fumar es la depresión (ver Covey, Glassman y Stetner, 1998; Hall, Muñoz, Reus y Sees, 1993; Glassman, 1993, Glassman y Covey, 1996; Vázquez y Becoña, 1998a).
La depresión mayor, ya sea historia de depresión mayor, actual o subsindrómica, es muy prevalente entre los fumadores que buscan tratamiento para dejar de fumar. Entre el 20% y el 61% de los fumadores que acuden a los programas clínicos para dejar de fumar han experimentado en sus vidas al menos un episodio de depresión mayor (Glassman et al., 1988; Hall, Muñoz y Reus, 1994; Hall et al., 1996, 1998; Killen, Fortmann, Schatzberg, Hayward y Varady, 2003), dato que contrasta con la prevalencia de vida del 16% hallado para la población general (Kessler et al., 2003).
Además, los fumadores con historia de depresión mayor pueden sufrir síntomas de abstinencia de la nicotina más severos que los fumadores que nunca han estado deprimidos. Entre los síntomas que se experimentan de forma más intensa se incluyen el estado de ánimo deprimido y problemas de concentración. Los síntomas disfóricos correlacionan negativamente con la recaída (Covey, Glassman y Stetner, 1990; Niaura et al., 2001). Incluso niveles mínimos de síntomas depresivos afectan desfavorablemente en la cesación del hábito de fumar (Niaura et al., 2001).
En la población general también hay evidencia de una correlación entre un diagnóstico de depresión, especialmente el trastorno de depresión mayor, y un diagnóstico de dependencia de la nicotina (Breslau, Kilbey y Andreski, 1991; Breslau, Kilbey y Andreski, 1993a; Glassman et al., 1990). Los fumadores deprimidos tienen niveles de dependencia de la nicotina, evaluados por el Test de Fagerström de dependencia de la nicotina, más elevados que los fumadores no deprimidos (Lerman et al., 1996).
Los fumadores dependientes, determinado por el mismo test, puntúan significativamente más alto en el inventario de depresión de Beck que los fumadores no dependientes (Vázquez y Becoña, 1999). Algunos clínicos también han observado una relación entre dejar de fumar y el surgimiento de un episodio de depresión mayor (Bock, Goldstein y Marcus, 1996; Stage, Glassman y Covey, 1996; Vázquez y Becoña, 1998b); y en estudios prospectivos también se ha informado de esta relación (Borrelli et al., 1996; Covey, Glassman y Stetner, 1997; Killen et al., 2003; Tsoh, et al,. 2000). El período de vulnerabilidad a un nuevo episodio de depresión después de dejar de fumar se extiende al menos 6 meses más allá de la cesación (Glassman, Covey, Stetner y Rivelli, 2001).
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Fuente
VÁZQUEZ, FERNANDO L. (2005). Intervenciones psicológicas y farmacológicas para dejar de fumar en fumadores con un trastorno depresivo. Clínica y Salud, 16 (3), 269-289. [Fecha de consulta 28 de abril de 2020]. ISSN: 1130-5274. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1806/180617759005