a psicología positiva ha revitalizado el estudio del bienestar, pero también del carácter, entendido como el conjunto de rasgos estables que definen a la persona. Sin embargo, este enfoque está centrado en estudiar el buen carácter, es decir, aquellos rasgos con valor moral y axiológicos que se encuentran en la estructura de la personalidad, pero que en sí mismos no la definen, debido a la complejidad del constructo declarado como un sistema psíquico que posibilita las diferencias individuales (Gancedo, 2007). En este trabajo, se asume la postura de Peterson y Seligman (2004) en la definición del carácter como un conjunto de virtudes humanas operacionalizadas en lo concreto en las fortalezas, que según estos son sensibles y maleables al contexto. De alguna manera, los autores plantean la educabilidad de las fortalezas del carácter, y quién sabe si: ¿el resurgimiento de la educación del carácter?
Ahora bien, las fortalezas del carácter son definidas como formas intrínsecamente valiosas de comportarse, pensar y sentir que promueven el bienestar, las relaciones positivas y el logro exitoso de metas (Peterson y Seligman, 2004). Son consideradas como un constructo multidimensional, constituido por un conjunto de 24 rasgos del carácter ampliamente valoradas en diversas culturas clasificadas en 6 virtudes (Park et al., 2013). Este inventario de virtudes y fortalezas del carácter fue el resultado del análisis de textos clásicos sobre la naturaleza de las virtudes desde la visión confuciana, taoísta, budista, hinduista, griega clásica, judeocristiana y las tradiciones musulmanas (McGrath, 2015).
Son consideradas fortalezas de la virtud de la sabiduría aquellos rasgos relacionados con el uso de la mente y el conocimiento que se ven expresados en la curiosidad, mente abierta, creatividad y perspectiva. Asimismo, la virtud del coraje está relacionada con el adecuado manejo de los rasgos emocionales para cumplir objetivos; incluye las fortalezas de la autenticidad, perseverancia, valentía y entusiasmo. La virtud de humanidad está conformada por las fortalezas relacionadas con el manejo relacional, así como de la capacidad de amar, bondad e inteligencia social. La cuarta virtud es la justicia conformadas por las fortalezas de trabajo en equipo, equidad y liderazgo. La siguiente virtud, la templanza, incluye las fortalezas del perdón, la modestia, la prudencia y la autorregulación y, finalmente, la virtud de la trascendencia, conformada por las fortalezas de espiritualidad, apreciación de la belleza, humor, gratitud y esperanza (McGrath, 2015; Peterson y Seligman, 2004; Seligman et al., 2005). Estudios realizados en diversos países han corroborado la relación de fortalezas como la gratitud, la esperanza, el entusiasmo, la curiosidad y el amor con el bienestar en jóvenes y personas adultos, así como su asociación con alta salud mental, satisfacción vital, afecto positivo, salud mental entre otros (McGrath, 2015; Ovejero, Cardenal y Ortiz-Tallo, 2016; Park et al., 2013).
Dentro de la psicología positiva, el área vinculada con la generación de intervenciones para promover el bienestar ha presentado un creciente desarrollo (Lomas, Hefferon e Ivtzan, 2015). Las intervenciones positivas, como son llamadas dentro de esta disciplina, son relativamente recientes. Estos programas están dirigidos a cultivar la presencia de sentimientos positivos, cogniciones y comportamientos que fomenten el bienestar humano (Sin y Lyubomirsky, 2009). En el contexto educativo tienen como objetivo fomentar la salud mental y promover el bienestar en la educación de todos los miembros de la comunidad educativa (Shankland y Rosset, 2017).
Algunas puntualizaciones teóricas
La psicología positiva es un enfoque centrado en el estudio sistemático y serio de las cualidades humanas, de la experiencia subjetiva óptima, así como de los estados, rasgos y situaciones que se relacionan con el bienestar psicológico (Park et al., 2013). De modo que se puede comprender la psicología positiva como un movimiento científico que centra su variable de investigación en describir en qué consiste una buena vida considerada como una variable relacional a ciertos elementos, a saber: las experiencias subjetivas, rasgos positivos, relaciones interpersonales e instituciones positivas.
De ahí que, la misión de la psicología positiva viene a ser el estudio de los anteriores factores mencionados, para conseguir así posibilitar las condiciones para el florecimiento humano, es decir, una vida con bienestar (Seligman, 2011). A este punto, es importante aclarar la visión del bienestar desde la psicología positiva como un constructo multidimensional que integra las tradiciones hedonistas y eudaimónicas, en sus dimensiones de bienestar subjetivo y bienestar psicológico respectivamente (Vázquez, Hervás, Rahona y Gómez, 2009).
En ese sentido, este trabajo de investigación se centra en la perspectiva integradora del bienestar psicológico como un constructo que incluye las dimensiones afectivas o hedonistas de la vida en conjunto con las dimensiones de realización y crecimiento personal, específicamente en los modelos multidimensionales de bienestar psicológico que orientan su atención a indicadores de funcionamiento positivo de acuerdo con el contexto (Vielma y Alonso, 2010). Dentro de esta perspectiva teórica se encuentran los aportes de Ryff (1989; 2014), Seligman (2011), quienes comprenden el bienestar psicológico desde una perspectiva más eudaimónica, basado en la realización de actividades con valor intrínseco y congruente con los valores de la persona mediante el compromiso y acción voluntariosa.
Dentro del modelo de la psicología positiva, se contempla la importancia de las emociones positivas como componentes esenciales relacionados a la satisfacción con la vida como herencia de las tradiciones hedonistas (Seligman, 2011), es decir, se reconoce que las emociones positivas tienen impacto en el bienestar, debido a su valencia positiva en la experiencia subjetiva, por ejemplo: alegría, gratitud, esperanza, entre otras. Para Seligman (2011), desde una visión multidimensional eudaimónica del bienestar en su teoría PERMA, las emociones positivas son una de las vías mediante las cuales las personas buscan alcanzar su bienestar, en conjunto con los elementos de compromiso, relaciones sociales, vida con sentido y logros / metas como elementos vistos como tradicionalmente más virtuosos. Sin embargo, Schueller y Seligman (2010) advierten que las actividades con valor intrínseco relacionadas al compromiso tienen mayor peso en el bienestar que las actividades meramente placenteras.
Siguiendo con los modelos de bienestar desde la perspectiva multidimensional, Ryff (1989; 2014) con base en los aportes de Keyes (Vielma y Alonso, 2010) propone una conceptualización del bienestar psicológico basada en el verdadero desarrollo del potencial del sí mismo, expresado en el funcionamiento psíquico adecuado, con indicadores enmarcados en el ciclo vital; esta teoría es un esfuerzo de marcar diferencia con el concepto bienestar subjetivo heredado de la filosofía hedonista (Vázquez et al., 2009).
En ese sentido, García-Álvarez y Soler (2016) explican que el modelo de bienestar psicológico multidimensional de Ryff (1989) fue propuesto hace más de 25 años, con múltiples aplicaciones, actualizaciones constantes y ha generado más de 350 investigaciones. En ese sentido, Ryff (2014) revisa el constructo de bienestar psicológico en un modelo basado en indicadores psicosociales, su desarrollo estaría cimentado en el esfuerzo que realizan las personas por su crecimiento personal, es decir, en acercarse a aquella versión ideal de sí mismas, en otras palabras: la auto-realización. De modo que el modelo de bienestar psicológico está fundamentado en indicadores de áreas de funcionamiento humano óptimo, haciendo más énfasis en aquellas conductas virtuosas que las personas realizan por su crecimiento personal, de acuerdo con lo que explica la tradición aristotélica: una vida virtuosa, sobre aquellos aspectos relacionados con la emoción efímera o elementos hedonistas del bienestar.
Asimismo, Ryff (1989) enuncia que el bienestar psicológico es la evaluación subjetiva que realiza la persona al considerarlas áreas de su vida, es decir, es una valoración del cómo se ha vivido y de qué se ha logrado en ese devenir de la existencia. Las dimensiones del bienestar son de acuerdo con la reciente revisión de Ryff (2014):
Aceptación: elemento que hace mención a la capacidad de auto conocimiento, mirar el pasado y el presente para ser capaz de integrar las experiencias vividas, desde las consideradas subjetivamente negativas a las experiencias positivas, es decir, tiene que ver con evaluar el pasado hacia al presente. Pudiese consistir en una evaluación del yo en las dimensiones retrospectivas.
Autonomía: elemento que hace referencia a las capacidades de sentirse responsable de la propia vida, es decir, la percepción que tenga el sujeto sobre la efectividad de sus recursos de acuerdo con sus propios estándares de calidad, así como sentirse independiente en la toma de sus decisiones y en la forma en cómo llevar su vida.
Vínculos: elemento que hace referencia a las relaciones sociales, es decir, al mundo interpersonal en sus distintos matices: pares, amigos y amigas, pareja y escena familiar. De igual manera, está basado en tener relaciones sociales sanas, entendimiento del mundo de los vínculos, comprensión de motivos sociales y sus influencias sobre bienestar personal.
Control: elemento que hace referencia a la agencia o competencia con que la persona se autoperciba para ejercer procesos adaptativos sobre el ambiente tanto interno como externo de su psique. De modo que, estos comportamientos adaptativos tendrían relación con modificar o ajustar estados internos de acuerdo con necesidades externas o viceversa, para obtener ganancias y aprovechar oportunidades.
Proyectos: elemento del bienestar relacionado con el futuro y en la forma en cómo las personas se proyectan, es decir, platearse tareas, objetivos y metas imaginados que puedan marcar formas de llevar caminos en la vida, es decir, trazar una ruta o proyectos de vida, este elemento surge del presente hacía el futuro.
Crecimiento personal: elemento transversal en el modelo de bienestar psicológico, las personas deben presentar sentimientos de crecimiento, auto-realización o auto-actualización. La persona debería percibir que a lo largo del tiempo ha crecido personalmente, tanto en recursos como en experiencias, es decir, verse como en constante evolución, además son personas abiertas a las experiencias.