Saltar al contenido

¿Porqué hay personas más creativas que otras?

Existen diferentes factores relacionados con el contexto social y ambiental que influencian el desarrollo de la capacidad creativa de cada persona. Por ejemplo, en el contexto escolar, la influencia de modelos o referentes, como los maestros y mentores, que brindan herramientas cognitivas y comportamentales para la innovación (ya sea a través de la enseñanza o de la imitación de conductas) presenta una correlación positiva con la capacidad creativa de sus estudiantes (Yi, Plucker, & Guo, 2015). Estudios indican que las habilidades genéricas, como la creatividad, pueden fortalecerse mediante actividades extracurriculares (Hui & Lau, 2006), y la investigación en educación extracurricular ha demostrado el potencial para mejorar la creatividad. Al respecto, se realizó un estudio con el objetivo de analizar la capacidad creativa de estudiantes de quinto grado de diferentes instituciones educativas y su relación con el nivel socioeconómico y la participación en actividades extracurriculares, para lo cual se adelantó una evaluación multifactorial de la creatividad compuesta por tareas viso-motoras y verbales. Los resultados indicaron, por un lado, una correlación positiva entre el nivel socioeconómico y el rendimiento en las tareas de creatividad, y, por otra parte, encontraron correlaciones significativas positivas entre la creatividad de aquellos alumnos que participaban de actividades extracurriculares con respecto a los que no (Castillo-Vergara, Galleguillos, Cuello, Alvarez-Marín, & Acuña-Opazo, 2018).

El intercambio entre compañeros de trabajo también presenta cierta influencia en la creatividad, según Chiang et al. (2017), quienes aplicaron diferentes cuestionarios de autoreporte a 247 ingenieros que formaban parte de equipos de trabajo de 238 firmas empresariales. Su rendimiento creativo se evaluó por medio de la creación de un nuevo producto relacionado con la empresa a la cual pertenecían, el cual fue calificado por los supervisores de la compañía. Los resultados indicaron que aquellos grupos de trabajo integrados por participantes con mayor intercambio y más extrovertidos presentaron mejor rendimiento creativo, aun con niveles bajos de dominio de conocimiento.

Las áreas artísticas conforman un tópico de capital importancia en lo que respecta al estudio de la creatividad. Por este motivo diversas investigaciones indagan el efecto de las diferentes expresiones artísticas como la danza, el teatro o la música, entendidas como factores ambientales que modulan la capacidad creativa (An & Youn, 2018; Demarin, Bedekovic, Puretic, & Pasic, 2016). La improvisación, la cual implica un conglomerado de procesos mentales y motores que resultan en la generación de un producto en tiempo real (Biasutti, 2015) representa un excelente paradigma experimental para el estudio de la creatividad humana. Este tipo de producción involucra toma de decisiones momento a momento, monitoreo del rendimiento y utiliza la retroalimentación con el ambiente para crear, por ejemplo, nuevas formas musicales, movimientos, modos de acciones, etc. (Adhikari et al., 2016; Beaty, 2015). Existen estudios que sugieren que las personas con entrenamiento en improvisación presentan mayores rendimientos creativos, tanto de pensamiento divergente como de tareas artísticas, en comparación con personas sin este conocimiento. Al respecto, Fink y Woschnjak (2011) examinaron tres grupos de bailarines dedicados al ballet, baile contemporáneo y jazz, a quienes indagaron diversas variables sociodemográficas (sexo, edad, profesión, especialización, último empleo, educación escolar y de danza, duración estimada de la carrera profesional, el entorno familiar de apoyo, el grado de práctica de actividades creativas como dibujar, pintar, etc. durante la infancia) y evaluaron su creatividad a través de tareas verbales (similitudes, usos alternativos y situaciones utópicas) y figurativas (matriz de círculos). Los resultados indicaron que los bailarines contemporáneos, quienes utilizan a menudo la improvisación para realizar coreografías libres en el escenario, exhibieron niveles más altos de creatividad verbal y figurativa que los artistas vinculados al jazz, y estos últimos más que los entrenados en ballet.

En el ámbito de la música, el profesional que se dedica a la improvisación se enfrenta al reto de gestionar varios procesos simultáneos para la generación y evaluación de secuencias melódicas y rítmicas en tiempo real, la ejecución de los movimientos de motricidad fina elaborados con el objetivo de crear música, a lo que se suma, la coordinación de su rendimiento con otros músicos o con el ambiente (el público, por ejemplo) (Biasutti, 2015). En cuanto a las diferencias en el rendimiento creativo según el tipo de entrenamiento musical, el estudio de Kleinmintz, Goldstein, Mayseless, Abecasis y Shamay-Tsoory (2014) sugiere que la práctica especializada en la improvisación puede tener un “efecto de liberación” en la capacidad creativa. Para llegar a esta conclusión, realizaron un estudio experimental, en el que se comparó el desempeño creativo de tres grupos de sujetos: músicos profesionales formados en improvisación, músicos formados en otros estilos y no músicos, quienes realizaron tareas de pensamiento divergente y se evaluaron sus índices de originalidad y fluidez a través del test de usos alternativos para una serie de objetos y el test figurativo de la batería de Torrance. Los resultados indicaron que los músicos que improvisaban presentaban un rendimiento significativamente más alto, tanto en fluencia como en originalidad, que los músicos que no se dedican a la improvisación y los no músicos, sin encontrar diferencias entre estos dos últimos grupos.

Otro aspecto que diferencia el rendimiento creativo de los músicos está mediado por el nivel académico o la cantidad de horas de práctica en géneros musicales ligados a la improvisación; en torno a esto, Beaty, Smeekens, Silvia, Hodges y Kane (2013) indagaron sobre la asociación entre la improvisación musical, el progreso académico y las habilidades creativas, para lo cual contaron con la participación de 10 profesionales de jazz con alto nivel de entrenamiento, quienes fueron incentivados a realizar una improvisación a partir de una base melódica y posteriormente expuestos a tareas de pensamiento divergente (usos alternativos para un objeto), por un lado, y test de inteligencia fluida, por el otro. Las improvisaciones fueron evaluadas por expertos en el área en cuanto al nivel de creatividad de las producciones. Los resultados obtenidos mostraron que el pensamiento divergente, medido a través de tareas verbales, presentó una relación positiva con aquellas improvisaciones calificadas con un alto nivel creativo y el nivel académico del profesional. Es decir, que el dominio del conocimiento en materia de improvisación también es un factor modulador de la creatividad (Benedek, Borovnjak et al., 2014).

Del mismo modo que otros comportamientos humanos y rasgos psicológicos, el origen de las diferencias individuales en la capacidad creativa podría atribuirse a la influencia de factores biológicos y ambientales, vislumbrando el gran potencial que tienen los entrenamientos artísticos, en su mayoría a través del estudio de la música y el efecto del aprendizaje musical.

Para leer el artículo completo

Fuente: Scielo