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Esto es lo que podría provocar los trastornos alimenticios en adolescentes.

Trastornos alimenticios en adolescentes

1. La depresión en adolescentes con organización DAP

Los trastornos del humor en las descompensaciones DAP, a menudo están polarizadas sobre temas concernientes a el propio cuerpo, el peso, la alimentación o están centrados sobre los logros sentimentales u ocupacionales.

Las descompensaciones son consecuencia, en general, de perturbaciones
críticas vividas como desconfirmantes (por lo tanto, como un no reconocimiento personal) o como decepcionantes respecto a inversiones efectuadas a menudo con un involucramiento total, con expectativas irreales, del tipo “todo o nada”, en relación a una persona significativa.

En otros casos, la descompensación está ligada al miedo a la desconfirmación, por lo cual el sujeto se encierra en sí mismo evitando exponerse a eventuales fracasos;
se retira de los estudios, no “debuta” sentimentalmente, no entra en el mundo del trabajo.

Los episodios clínicos depresivos en la organización DAP, están, por lo tanto,
caracterizados por formas de evitación a la exposición (p.e., retiro antes de
dar una prueba o un examen, debut sentimental no consumado, etc.) y por
formas en las cuales se sustrae al riesgo de la desconfirmación (p.e., renuncia a
proseguir una relación induciendo al otro a terminar, emprender cosas sin terminarlas, etc.) Como hemos observado en las investigaciones sobre la depresión adolescente, estas formas corresponden frecuentemente a un estilo de apego ansioso evitante defensivo o coercitivo resistente.

En relación a los eventos perturbadores y las modalidades de descompensación, en los trastornos depresivos DAP, como ya ha sido señalado, los eventos perturbadores relacionados con la aparición de decaimientos clínicamente relevantes del tono del humor, consisten en categorías de experiencia vividas subjetivamente como desconfirmaciones, sea que ocurran realmente, sean sólo temidas o percibidas como ineludibles en el ámbito de la familia de origen, del grupo de pares, en la relación afectiva, en la actividad escolar o laboral.

El sentido de desconfirmación se asocia a una imagen de sí mismo centrada en modelos formales o ideales, conforme a expectativas, a veces irreales de perfección, mientras se observa muy precaria la capacidad de centrarse, especialmente bajo un perfil emocional, en el mundo interno y las propias exigencias, cuando ellas se presentan en forma disjunta o en contraste con actitudes externas (p.e., “mi madre me ha dicho que en el ultimo tiempo no me he portado muy bien; me sentí conmovida, como golpeada y pensé: lo sabía, he comido de más, me sentí una persona que no está en condiciones de ser como debería, sentí vergüenza, me sentí un fracaso total, una persona que no quiere enfrentar la situación.

Le dije: no empieces, déjame en paz y me fui a refugiar a mi dormitorio”; “tener sexo me preocupa un poco, si lo hiciera ya no sería más aquella niña que amaba mi abuelita, podría perder el amor de mi abuela y la estima de mi misma”). En estos casos es evidente cómo el sentido de sí mismo está conectado a la inmediatez de la experiencia de reflejarse en la figura de referencia, confundiéndose con ella, sin tener la capacidad de percibir al otro como expresión de sus estados internos, de su historia y no como “juez” del propio comportamiento. Por una parte, se desearía ser
perfecto para ser aprobado siempre y en todas partes: poder estar, en toda
ocasión, a la altura de las expectativas, no importa cuán irrealistas y expresión de una imagen irreal de si mismo (“falso sí mismo”), sean; por la otra, se experimenta la incapacidad de ser perfectos, vencedores, no criticables y no rechazados; cuando esto ocurre, se percibe impotente, inútil, fracasado.

Esto ocurre tanto en las historias de desarrollo en las cuales se han sentido no aceptados o abiertamente rechazados (p.e., “querían un varón y en vez, nací yo…”; mi padre siempre me decía que era feo y yo al comienzo no sabía ni siquiera qué cosa era”), o en aquellas en las cuales se sentían investidos de una notable idealización (p.e.. “para mis padres yo era perfecto, era siempre el mejor… pero en un cierto momento no pude mantenerme siéndolo, se me acabó la energía, me enfermé”). Son situaciones en las que se trata de dar lo máximo posible, hasta que no se puede más, por lo tanto, se abandona el desafío con un sentido de culpa y de vergüenza por no haber logrado dar el máximo de sí (p.e.. “mi hermana me odiaba, no me estimaba, me daban ganas de morirme”; “el hecho que ella no fuera como yo lo esperaba, me hacía sentir inútil, fracasada; lloré tanto, he pensado que yo no puedo tener recuerdos lindos de este período, como ocurre con los otros”; “¿por qué cuando comienzo una experiencia, al final me quedo siempre solo?”). Esta experiencia de desilusión hace que el sujeto se perciba como “fuera de la norma” y, con un mecanismo del tipo “todo o nada”, de no ser capaz de lograr hacer nada bueno y correcto, por lo cual, el haber fallado en alguna cosa, lo extiende a un sentido generalizado de fracaso personal.

El rechazo o el abandono lo hacen sentirse solo (“si no eres tomado en cuenta ni siquiera por las figuras más significativas, no te sientes una persona, eres un objeto, que si no es útil, no sirve más”). A los eventos perturbadores pueden corresponder cuadros clínicos extremadamente diversos, a veces en el mismo sujeto, aunque los variados síntomas expresan todos ellos un sentido de sí mismo oscilante entre la desilusión vivida y la esperanza de un cambio en las cosas, frecuentemente puesto en un futuro remoto y utópico.

A estas formas de depresión, en lo que concierne a la relación entre emociones perturbantes, temas de negatividad personal y alteraciones de la coherencia interna, con una actitud de base pasiva, con control externo, corresponde en el plano emocional un predominio de tonalidades centrada en la vergüenza y en sentido de inferioridad, con una alteración de la coherencia interna ligada a la intolerancia a la desconfirmación por parte de las figuras significativas, con las cuales se confronta constantemente en el plano de los resultados.

Para leer el artículo completo

NARDI, BERNARDO (2004). LA DEPRESIÓN ADOLESCENTE. Psicoperspectivas, III (1), 95-126. [Fecha de consulta 6 de abril de 2020]. ISSN: 0717-7798. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1710/171017841006