Enfoque explicativo y sistémico procesal de la depresión adolescente.
En la adolescencia, la presencia de temas depresivos representa una dimensión trans-organizacional, que puede aparecer sustancialmente en todos los individuos, independientemente de la organización de significado personal.
La difusión trans-organizacional de los temas depresivos confirma cómo
su elaboración representa un elemento fundamental para la maduración
ideo-afectiva, la construcción de la identidad y la aceptación de sí mismo,
igualmente como ocurre con otras funciones psicológicas, como, por ejemplo,
la ansiedad (Galimberti, 1983; Cesari, 1990; Nardi, 1995; Borgna, 1997).
Las posibles evoluciones positivas (madurativa) o negativas (involutiva) de
un trastorno depresivo adolescente están ligadas a las modalidades, más o
menos adaptativas, con las cuales las experiencias inmediatas de tonalidad
depresiva son autorreferidas e integradas en el sentido de sí mismo dando
lugar a posteriores modelos previsionales de sí mismo y del mundo.
En cada caso, como el apego llamado “seguro” no expresa ni la única ni (en
ciertos casos) la mejor modalidad adaptativa en la interacción entre el niño
y la figura del cuidador (Crittenden, 1992, 1994, 1997, 2000; Lambruschi y Ciotti, 1995), entonces una lectura en clave evolutiva y sistémico procesal de la depresión adolescente evidencia la importancia de conseguir un equilibrio psico-comportamental flexible y adaptativo, no una condición apriorísticamente “serena” y “ sin problemas” (tanto superficiales como ilusorios), sino la capacidad de valorar la realidad con su claro-oscuro y de elegir los significados y los caminos que aparecen más “viables” (Maturana y Varela, 1987, 1988, Guidano, 1987, 1991; Reda, 1990; Rezzonico, 1995; Rezzonico y Lambruschi, 1996) en el plano subjetivo, especialmente cuando las experiencias perturbantes se aparecen ineludiblemente en el camino del
crecimiento individual.
Los temas depresivos adolescentes evidencian, además los procesos y la
dinámica de las modalidades de construcción personal de las “tramas narrativas” subjetivas (Villegas, 1993, 1994) denotando de este modo un núcleo aun no bien estructurado de esquemas emocionales y de construcciones cognitivas relacionadas con ellos.
En la construcción de la complejidad interna, un rol central es asumido por
las “emociones”, dado que desde las primeras fases del desarrollo comienzan
a definirse esquemas emocionales bastante estables y característicos de cada individuo, ligados con los sistemas comportamentales motivacionales y a las escenas nucleares.
Como lo han evidenciado las investigaciones de Tomkins (1978), las “escenas nucleares” o “prototípicas” derivan de las primeras experiencias emotivamente significativas, sobre cuya base son progresivamente identificadas analogías, semejanzas y diferencias comportamentales. La repetición, durante las primeras fases del desarrollo, de situaciones análogas que se asocian a activaciones emocionales del mismo tipo, conduce gradualmente a la estructuración deun específico modo de percibirse y, por lo tanto, a la elaboración de un
determinado concepto de sí mismo.
Estas escenas se superponen y se convierten en un modelo de referencia de esas mismas situaciones específicas; este modelo previsional señala al sujeto, por una parte, cómo lo perciben los otros en ciertas situaciones y en ciertos contextos específicos, cómo tienden a tratarlo y qué cosa se espera de él, y por otra parte, también cómo se debe situar y qué cosas puede esperar de los otros en esa situación dada.
Cada escena prototípica posee una notable relevancia emotiva y permite
la construcción de modelos estables de variados tipos de experiencia, los
que entran a formar parte del repertorio comportamental y de la historia
personal, por lo cual cada individuo tiende a presentar, en circunstancias
similares, actitudes tendencialmente constantes.
Como lo han destacado las posteriores investigaciones de Schanck y Abelson
(1977); Carlson (1981), a las escenas nucleares se vienen a asociar posteriormente, en el transcurso de la maduración, conjuntos de razonamientos, esquemas y reglas comportamentales – los “guiones “– que permiten ordenar y reconocer aquellos reagrupamientos coherentes de experiencias emotivamente significativas que constituyen las escenas nucleares, estabilizando e integrando el sentido de sí mismo.
Reda (1997, 1999) ha puesto en evidencia el hecho de que los guiones, que representan una especie de “libreto personal”, derivan de la integración de activaciones afectivo-emotivas con los sistemas de representación mediante imágenes.
De esta manera, como ha sido demostrado por las contribuciones de Villegas (1993, 1994), gracias a la definición de las escenas nucleares y de losguiones relacionados, el sentido unitario de sí mismo emerge de la capacidad de reconocerse en una especie de “trama” o “estructura narrativa” y, por lo tanto, en una historia personal, no obstante el hecho de que cada sujeto tenga un cierto repertorio de posibles imágenes de sí mismo; es decir, de diferentes modos de ubicarse y de representarse a sí mismo, en situaciones de contexto diferente. Las modalidades de narrativa están estrechamente conectadas con las de apego. De hecho, en la relación de apego del tipo “seguro”, se observan generalmente habilidades narrativas que permiten tratar de un modo fluido los temas de la vida.
En las relaciones de tipo “evitante”, la narrativa aparece limitada, con temas
impersonales focalizados sobre actividades y objetos y con escasa elaboración de los diálogos, mientras prevalecen respuestas “cerradas” del tipo “si/no”. En las relaciones del tipo ansioso “resistente” y, con mayor evidencia en las del tipo “desorientado”, en las cuales no ha sido posible conectar de modo coherente sensaciones y significados, la conversación es controlada y “guiada” hacia argumentos que no producen ansiedad. La narrativa es rica en errores, vacilaciones, de “partidas en falso”, con discursos focalizados sobre temáticas relacionales, más que sobre actividades y objetos (Lewis, 1992, 1993, 1994; Reda (1996, 1997, 1999).
La integración del dominio emotivo en la trama narrativa permite identificar y evaluar los propios estados emotivos en el ámbito de una creciente
competencia autobiográfica: “conciencia reflexiva de sí mismo”.
Por tanto, con la maduración adolescente, sobre la base de todos los elementos que componen la personalidad, emerge establemente una organización cognoscitiva – “organización de significado personal o personal meanning organization “, P.M.O. – que es posible individualizar esbozadamente ya en el curso de la infancia, ligada al significado intrínseco que cada sujeto da a las experiencias (Guidano, 1987).
Para leer el articulo completo
NARDI, BERNARDO (2004). LA DEPRESIÓN ADOLESCENTE. Psicoperspectivas, III (1), 95-126. [Fecha de consulta 6 de abril de 2020]. ISSN: 0717-7798. Disponible en: https://www.redalyc.org/articulo.oa?id=1710/171017841006