Saltar al contenido

¿Cómo aprendemos hablar?

Como aprendemos hablar
En tiempos pasados existía la firme creencia que el habla era una habilidad innata de los seres humanos como especie; al ser nosotros los seres más desarrollados del reino animal, se pensaba que la comunicación era una virtud (específicamente, en los siglos XVIII Y XIX la atribución del habla en bebés y niños pequeños era una señal de que el infante fue bendecido por entidades divinas).
 
Gracias a las investigaciones hechas en todo el siglo XX y las que a día de hoy siguen en proceso, se sabe a ciencia cierta que el habla no es una habilidad innata, sino adquirida al vivir en sociedad y bajo la tutela de un adulto, lo que significa que, si a un niño en edad temprana se le aislaría del exterior por algún motivo, nunca aprendería hablar como consecuencia (ni probablemente tampoco podría caminar, aunque esto último está aún en debate).
 
Entonces, la pregunta que nos hacemos el día de hoy es: ¿De qué manera aprendemos hablar? ¿Cómo sabemos lo que significa cada palabra?
 
¿Imitación?
 
Gracias a nuestra fisiología, y a que contamos con una boca, lengua y laringe más desarrollados en comparación a otros seres vivos, somos capaces de emitir sonidos, palabras y en una mayor expresión, oraciones. Hay que tener en cuenta que el habla no solo se remite a lo que tenemos en fisionomía, sino también a una larga serie de procesos mentales, los cuales se encargan de dar significado a los sonidos que se emiten, o bien, se encargan de dar un sentido real al habla para que no solamente salgan gruñidos de nuestra boca.
 
Un fonema se define como la percepción de sonidos al momento de comunicarnos. Gracias a nuestro basto desarrollo cerebral, el humano es capaz de identificar múltiples fonemas, lo que posibilita que un bebé con una edad mayor a los 6 meses pueda diferenciar unos sonidos de otros, asociarlos con elementos del entorno, y posteriormente tratar de imitar la producción de sonidos.
 
A los 8 o 9 meses, un bebé ya está capacitado para identificar fonemas, vocales y consonantes, teniendo la capacidad de pronunciar palabras completas, pasando de balbuceos sin sentido a la coherencia en el habla. Un niño de esta edad puede entender bien que sus cuidadores son sus padres, debido a que normalmente estos pasarían día y noche repitiendo el conjunto de sonidos que conforma la palabra “Papá” o “Mamá” y señalándose a ellos mismos, creando una asociación entre el sonido emitido y la persona. Esto podría pasar con otros elementos: Por ejemplo, si el bebé tiene sed, este no sabrá lo que significa “Agua”, por tanto, solo balbuceará, señalará el elemento que quiere (si ya ha identificado sus necesidades básicas), o llorará. Los padres tendrán la tarea de mostrarle al infante cuáles son los sonidos que conforman la palabra “Agua”, repitiéndolos una y otra vez, y asociando dichos fonemas con un elemento u objeto (que en este caso sería la botella que contiene el líquido en cuestión).
 
Y bien… ¿De qué forma los bebés pueden articular las primeras palabras?
 
Casi al cumplir el año, un bebé por norma general ya tiene una mayor percepción de su medio, por lo que se percata que, para producir sonidos, necesita articular ciertas posiciones en su boca. Para vocalizar la letra “A”, necesita posicionar sus labios y boca de distinta manera que se haría con la letra “B”. Decir una palabra como “Papá” no es más que una combinación de sonidos creados a partir de distintas posiciones bucales; un bebé es sensible a los sonidos e incluso los podría asociar a elementos de su entorno, pero no sabe realmente lo que significa dicha palabra, hasta una edad más avanzada, donde las distintas áreas de su cerebro, encargadas del lenguaje, ya se encuentran mejor desarrolladas. Por ello, cuando un bebé dice su primera palabra, él aún no sabe que está hablando, ni qué está diciendo con el sonido que emite, solo está imitando algo que para él ya le es muy familiar.
 
Por todos los puntos anteriores es sumamente importante que los padres hablen con sus hijos recién nacidos, de manera natural, fluida y con buena pronunciación, para que el bebé pueda imitar de la mejor forma los sonidos que el adulto produce.
¿Qué piensas al respecto?