Desde que el editor científico Norman Cousins confesó en la revista New England Journal of Medicine que diez minutos de cine cómico equivalían a dos horas de anestesia y Patch Adams colonizó a los hospitales del planeta con “payamédicos”, las investigaciones sobre el potencial terapéutico de la risa se multiplicaron.
Finalmente, el humor atravesó el solemne cerco del mundo médico y se posicionó como herramienta terapéutica. Hoy figura en publicaciones científicas e instituciones internacionales proclaman su eficacia bajo un título presuntuoso: medicina de la risa.
Los efectos fisiológicos de la risa cuentan con masivo consenso: recorta la percepción de dolor, ayuda a mantener elásticas las arterias, estimula el sistema inmunitario, disminuye la acción de las hormonas del estrés y promueve la liberación de endorfinas, que cosecharon merecida fama como hormonas de la felicidad.
Los beneficios se expanden en el terreno psicoemocional siempre que el humor se amalgame con un pensamiento positivo.
Como fundador de la Organización Mundial de la Risa con sede en Barcelona, Ramón Mora Ripoll enumera: reduce el estrés y los síntomas de depresión y ansiedad; cambia la mirada sobre sí mismo y así eleva la autoestima, la esperanza y la energía; estimula el pensamiento creativo; mejora las relaciones interpersonales, promueve la solidaridad, la cohesión grupal y en general mejora la calidad de vida.
Frente a semejante catarata de beneficios, Mora Ripoll propone “a los profesionales sanitarios romper con las barreras de la medicina «convencional», recuperar su propia risa y aprender las técnicas para facilitarla a sus pacientes”.
Un cambio positivo y sanador
Inspirado en los descubrimientos científicos sobre el poder sanador de la risa, el médico hindú Madan Kataria desarrolló un método para provocar la risa sin motivo. A partir de un ejercicio iniciado por un maestro y por efecto contagio, los participantes terminan entrelazados en un intercambio lúdico y sanador. En las situaciones más trágicas, el humor es capaz de convertir la mirada y entonces sí, empujar y sostener un cambio más trascendente. “El humor es una de las armas con las que el alma lucha por su supervivencia”, escribió Viktor Frankl en El hombre en busca de sentido. “El humor puede proporcionar el distanciamiento necesario para sobreponerse a cualquier situación, aunque sea por unos segundos. Los intentos por desarrollar el sentido del humor y ver las cosas bajo una luz humorística son una especie de truco que aprendimos mientras dominábamos el arte de vivir pues aun en un campo de concentración es posible dominar el arte de vivir.”