Cuando hablamos de inteligencia emocional nos referimos tanto a las cogniciones como a las conductas que son de utilidad para poder identificar, manejar y expresar de forma adecuada nuestras emociones.
Este es un concepto qué ha sido estudiado por diferentes autores a lo largo de los años, desde Edward Thorndike, Howard Gardner, hasta que lo popularizó en 1995, Daniel Goleman, con su libro inteligencia emocional.
Las emociones por sí mismas están diseñados como mecanismos de adaptación, es decir que se han desarrollado a lo largo de la evolución del ser humano, cada una de ellas cumple un fin particular.
Por ejemplo, si hablamos del enojo, la función adaptativa a cumplir es defendernos de los peligros inminentes.
Una de las estructuras cerebrales encargada de las emociones es la amígdala, que por supuesto, también se encuentra ligada a procesos de aprendizaje y memoria, es posible encontrar una en cada hemisferio cerebral.
Por lo que sin la amígdala sería imposible poder reaccionar y darle un significado de forma emocional a diferentes situaciones, a esto se le conoce como: ceguera afectiva. Si la amígdala sufre daño también existirá pérdida de memoria.
Esto implica que nosotros guardamos en nuestra memoria información qué se relaciona con el impacto emocional de las diversas situaciones a lo largo de nuestra vida.
Ahora bien después de esta breve explicación es necesario responder a la pregunta: ¿Cuándo es necesario aprender de inteligencia emocional?
La respuesta es muy simple, cuando las emociones dejen de jugar un papel meramente adaptativo y estas sean perjudiciales para nuestra vida diaria.
Es decir, que las diversas respuestas emocionales no correspondan a la magnitud de las situaciones ocurridas.
Por ejemplo, si hoy por la mañana perdí el autobús al trabajo, muy probablemente me sienta enojado, pero ello no significa que tengo que golpear y gritarle a toda la gente que se encuentra a mí alrededor.
La inteligencia emocional se encuentra íntimamente relacionada con el procesamiento de la diferente información emocional, tanto nuestra como de los demás.
Ya que nosotros al mejorar nuestra inteligencia emocional, no únicamente mejoramos la comprensión de nuestros propios estados de ánimo y emociones sino que también aprendemos a identificar las emociones de los demás, ya que logramos volvernos más empáticos.
¿Qué debemos hacer para mejorar nuestra inteligencia emocional?
Ser consciente de nuestras emociones.
Primeramente es necesario poder identificar nuestras propias emociones, tanto las positivas como las negativas, tanto aquellas que nos resultan favorables como las que nos resultan desfavorables, así como también, identificar las diferentes situaciones en las que surge cada emoción, a esto se le conoce como autoconciencia.
Razonamiento emocional.
El siguiente paso una vez identificadas las emociones, es considerar si estas nos benefician o nos perjudican en una situación determinada, con esto nos referimos, a sí nos ayudan a mejorar nuestra relación con los demás, tanto con familiares, con nuestra pareja, amigos, compañeros del trabajo, etc. De la misma forma si nos ayudan a ser más eficientes en las diferentes tareas cotidianas, posterior a ello una vez que hemos evaluado qué emociones nos resultan más funcionales, es necesario determinar cuales queremos mantener o mejorar así como aquellas que no resultan disfuncionales y necesitamos trabajar.
Manejó emocional.
Este es uno de los pasos más importantes ya que identificar y evaluar nuestras emociones no es suficiente para generar un cambio, sino que es necesario tomar acciones, ya que es necesario la modificación de diferentes pensamientos y diferentes conductas.
Cuando hablamos de pensamiento, hace referencia a las diferentes creencias que tenemos con respecto a una situación en específico y esto es lo que nos provoca reaccionar de una determinada manera (Conducta).
Cuando hablamos de conductas, son las diferentes maneras en las que abordamos una situación.
Expresión asertiva.
Cuando hablamos de asertividad, son las habilidades de expresar nuestras ideas pensamientos y emociones de tal manera que no resulten perjudiciales para los demás.
Claro, se dice fácil, pero una de las claves principales para lograrlo, es primeramente pensar dos veces lo que tenemos que decir, posteriormente el propósito de lo que tenemos que decir o hacer algo determinado, por último es necesario considerar las posibles reacciones que las personas tendrán ante esto.
Al momento de comunicar recuerda hacerlo en primera persona y ser bastante específico con las emociones que estás presentando en ese determinado momento.
Diario emocional.
Una de las grandes herramientas a utilizar para mejorar nuestra inteligencia emocional, es llevar un diario, escribir en una libreta todas aquellas emociones que presentamos a lo largo del día, así como las diferentes conductas que realizamos.
Diversas investigaciones han demostrado que el simple hecho de escribir las diferentes emociones que sentimos en una libreta, ayuda a reducir la actividad de la amígdala, y con esto lograr un mejor manejo emocional.
Por supuesto que además de lo anterior, esto nos será de gran utilidad para llevar un monitoreo de nuestros avances y retrocesos, con el fin de continuar trabajando en aquellas emociones que nos resultan perjudiciales.